La Campiña Cordobesa puede parecer monótona con sus mares de olivos.
Es lo que más abunda, pero la campiña es mucho más que un océano de olivar.
Infinitos rincones llenos de una inmensa y variada belleza que invitan a pararse y disfrutar de sus colores, sus olores... que invita a adentrarse en sus recovecos llenos de arroyos, colinas, lomas, cortijos, cortijillos, amaneceres, puestas de Sol...
Naturaleza y humanidad que van de la mano, aunque a veces se eche de menos un poco más de Naturaleza en esa humanidad.
Suaves colinas de verde trigo recién nacido, jugueteando con las nubes y un camino que los une a todos y los conduce hacia nuevos horizontes.
Colores, verdes, blancos, luces y sombras se mecen sobre los campos, llenando la tierra de vida y de inmensa belleza.
Atardeceres eternos, plácidos... que llenan el aire de colores que transmiten paz, tranquilidad, sosiego...
Invierno frío y duro, que renace con vientos que traen esperanza de primavera y de buenas cosechas.
Castillos que emergen sobre las suaves colinas, como cuentos de hadas que hacen volar la imaginación.
Soledades de tiempos pasados en los que solo quedan recuerdos. A veces agradables, otros muy amargos.
Nuevos sistemas de cultivo que hacen más llevadera la dura vida del campo.
Horizontes que acompañan, unen y separan, alejan y acortan.
Diversidad.
Primeros brotes de primavera en mitad del invierno.
Sombras al mediodía de primeros de Enero.
Campiña, sierra y hombre.
Orígenes.
Orden y color. Modernidad.
Como orugas, procesionarias, ciempiés... adaptándose a las irregularidades del terreno.
Sol, tierra, aire, nubes, agua.
Esencia.
La vida en el campo; tan lejos y tan cerca...
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