Los dos días anteriores a Luna llena estuve probando y lo tenía bastante claro, pero la Naturaleza es así, y el día de llena, estuvo nublado de la mañana a la noche, y mi cámara todavía no tiene sensor de Rayos X. Así que a esperar a la Luna de Mayo, a ver si hay más suerte.
Por eso no avisé a Emilio, también cazador de lunas de este precioso pueblo. Ya sabes Emilio, en Mayo tenemos una cita con la Luna.
Pero mientras estudiaba e investigaba diferentes lugares, algunas escenas se dejaron cazar, y a falta de pan, buenas son tortas...
Dos días antes de llena, el cielo estaba despejado... excepto todas esas nubes ocupando una buena franja a ambos lados de Espejo, así que sólo pude ver a Luna cuando ya estaba bastante alta sobre el horizonte.
Así la vi alzarse tras las nubes, como recién levantada de haberse echado una siesta en su colchón blanco y mullido.
Separándose de Espejo y de las nubes, Luna sigue su viaje diario hacia el Oeste.
Unos cardos floridos la contemplan.
No entiendo por qué le llaman cardo borriquero a algo feo. Los cardos son preciosos, me encantan.
Me acerqué a Espejo, y desde justo debajo, Luna estaba muy cerca del castillo tras el mirador, donde jugueteaban como cada atardecer, golondrinas, mirlos y cernícalos primilla.
El Sol se despedía por el horizonte a tomarse un merecido descanso.
Tras la puesta, el crepúsculo obligaba a los pájaros a tomar refugio, y pasar la noche agazapados de los peligros de la oscuridad.
El día justo anterior a llena, no había nubes, todo era perfecto, llegué con tiempo, lo preparé todo... y cuando salió la Luna, lo hizo más a la derecha de lo que esperaba, y como aún había mucha luz, apenas se distinguía sobre el cielo azul, tras miles de kilómetros de densa atmósfera a ras de tierra.
Volví a acercarme a Espejo. Ya había menos luz y Luna estaba más alta. El castillo tras el mirador y algunas casas, hacían compañía a la solitaria Luna...